Hace un tiempo cayó en mis manos uno de los tesoros más
preciados que tengo. Un libro en el que desde que me sumergí en sus páginas
pasó a ser de mis favoritos, En el tiempo de las Mariposas, de Julia Álvarez. Un
libro escrito con una especial delicadeza en la que la autora enhebra una
historia muy difícil de contar y aún más complicada de asimilar.
Quizás así, simplemente con un título, no te diga nada. ¿Pero
y si te digo que las llamadas Mariposas, las hermanas Mirabal son la razón por
la que el Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer se
celebra cada 25 de noviembre?
Minerva, Patria, Mª Teresa y Dedé Mirabal crecieron en una
familia acomodada de Salcedo, República
Dominicana. Crecieron en un ambiente rural y fueron exitosas estudiantes, donde
empezaron a despuntar sus primeras inquietudes políticas, razón por la que también tuvieron algún conflicto familiar.
Con la llegada de Trujillo, una dictadura considerada de las
más sanguinarias de toda América Latina, donde se barajan cifras en torno a los
50.000 muertos, donde las libertades sociales y civiles eran nulas y la
represión y la violación a Derechos Humanos fundamentales reinaban bajo el
lógico manto del miedo y un mal entendido respeto, aparecen nuestras
luchadoras.
Las hermanas Mirabal comenzaron a militar en el conocido
Movimiento Revolucionario 14 de Junio, asociación clandestina de izquierdas en
el que el mayor objetivo era la rebeldía y el derrocamiento de Rafael Trujillo.
Aunque
todas las hermanas estaban de una u otra forma involucradas en la lucha, Dedé y
Patria no llegaron a realizar acciones directas contra la dictadura, aun así apoyaban,
protegían y acogían las ideas y los actos de las otras.
En la desgraciada fecha del 18 de mayo de 1960 Mª Teresa y
Minerva fueron juzgadas junto a sus maridos por supuestamente atentar contra la
seguridad del Estado. El entrar y salir de prisión fue una estrategia bastante
usual de Trujillo para dar a entender que realmente tenía actos generosos, y
así lo quiso hacer con las hermanas, dejándolas libres. Su táctica no era
limpia, ¿cómo lo iba a ser? Realmente ahora estaban libres, libres para la tortura
y la persecución continua.
El ambiente era más tenso de lo habitual, ya que la comunidad
Internacional junto a la Organización de Estados Americanos había roto
relaciones diplomáticas con el país por todo lo acontecido.
Por todo ello, no pasaron dos semanas de la libertad de las
hermanas y ya existían informes gubernamentales para volver a apresarlas debido
a la nueva pertenencia y movilización guerrillera de las Mirabal. Pero esta
vez, se quería llegar más allá, no bastaba con la cárcel…
He aquí un fragmento del propio libro de Peña Rivera, Teniente
del Servicio de Inteligencia Militar de Trujillo en aquel momento:
“…Vengo de parte del ministro de las Fuerzas Armadas, General
Román, para que dispongas el traslado a Puerto Plata de los esposos de las
Hermanas Mirabal, la justificación del traslado será el descubrimiento de armas
clandestinas dirigidas al movimiento que ellos encabezan, la idea es que ellos
nos ayuden a determinar si las personas apresadas las pueden identificar como
miembros del movimiento, una vez terminado esto les puedes decir que serán
regresados a Salcedo de nuevo. Una vez trasladados les prepararás una emboscada
en la carretera a las Hermanas Mirabal, deben morir y se simulará un accidente
automovilístico, ese es el deseo del jefe.”.
Y así se hizo, sin más, un 25 de noviembre. En una
salida, se interceptó el coche en el que iban nuestras valientes y a punta de
pistola las dirigieron hasta la casa. Allí, las órdenes de un desalmado Trujillo,
iban a ser gala de tantos años de tiranía y horror. Las ahorcaron. Sí, no les
dispararon, no acabaron rápido, ¿Cómo iban a mostrar un mínimo de sensatez? Unos
pañuelos que antes podían haber servido para taparse el cabello y pasar
desapercibidas en la rebeldía ahora eran el arma y el final.
Desde 2015 no escribía aquí. He
cambiado de ciudad, sigo creciendo y aprendiendo. La otra tarde recordé este
libro, lo vi en la estantería y recordé a Patria, Dedé, Mª Teresa y a Minerva y
las injusticias y barbaries por las que han tenido que pasar mujeres, por las
que siguen pasando y por las que siempre voy a sentir admiración.
Gracias, Julia Álvarez por
escribir y dar voz a nuestras Mariposas.
Nota: Dedé fue la única hermana que no fue asesinada. Gracias a ella conocemos el testimonio más de cerca.